26 jun 2019

Alfonso Gamboa, un educador en la Radio Atacama



Desde 1968, cada día Alfonso Gamboa terminaba sus clases en la Escuela Normal y en las tardes llegaba a dirigir la Radio Atacama. Tenía un programa de actualidad, donde su cultura y pedagogía se mezclaban para enseñarle al auditor siempre algo más. Su idea de un comunicador era la de un profesional con un conocimiento amplio, para hacer un aporte verdadero a quien le estaba escuchando de manera de que cuando dijeran “la radio lo dijo” fuera algo indesmentible, certero y educador.
Hijo de una modista y un funcionario de ferrocarriles del Estado, era un copiapino neto, con cuatro hermanas: Fresia, Germana, Nidia y Ana María. Estudió en la Escuela de Aplicación anexa a la Escuela Normal Rómulo J.Peña. Estudiante sobresaliente, premiado en más de una oportunidad por obtener primeros lugares en sus cursos, decidió continuar sus estudios en la Escuela Normal. Su compromiso social se reveló a través de su carrera también, con cursos de alfabetización para trabajadores en la década de los sesenta, como profesor de escuela y posteriormente de la Normal, entidad formadora de las nuevas generaciones de docentes. Con su esposa, Adi Araya, tuvo dos hijos: Adi y Alfonso.
De estatura mediana, contextura gruesa que con los años comenzó a moderar, tenía un trato agradable y amistoso. Una persona descrita como carismática por quienes le conocieron. Segundo Iriarte llegó muy joven a Radio Atacama, siendo estudiante aún de enseñanza media y en la medida que se dedicó finalmente al trabajo radial, presenció como la emisora pasó a manos del Partido Socialista al iniciar la década de los setenta. Así se transformó en la emisora del gobierno, la que orientaba a los trabajadores y a la comunidad respecto a lo que estaban viviendo, donde Gamboa jugaba un rol importante.
- Fue un hombre muy valiente y comprometido con sus principios políticos. Fui testigo de dos ocasiones donde él supo ponerse en su lugar como director de un medio de comunicación que era parte de un gobierno. Recuerdo que llegó el comandante del Regimiento Atacama en ese entonces, coronel Oscar Haag, a decirle que no llamara a la gente a salir a la calle porque provocaría un caos. Horas antes la oposición se había manifestado en las calles y Gamboa pedía que saliera el pueblo a defender su gobierno. Le dijo al comandante: ‘mire, usted puede mandar a sus subalternos, pero acá en la radio mando yo, así que retírese’. Eso fue el año 72, cuando estaba el primer paro de los transportistas -describe Segundo, sentado en el locutorio de la actual Radio Universidad Atacama, donde hoy se desempeña.
La radio cumplía su rol a cabalidad. Allí, además, se hacían muchas reuniones políticas del PS, como también de la coalición de gobierno. Era filial de la entonces gobiernista Portales, quien la abastecía de las noticias nacionales. Transmitían un programa de comentarios “Trasfondo de la noticia”, donde participaba Gamboa, Mario Marín y Francisco Molina. Allí el director proporcionaba el contexto de lo que estaban viviendo, por ejemplo, que el financiamiento del paro de los camioneros se estaba haciendo con dineros norteamericanos o que el desabastecimiento era producto del boicot realizado por parte de los empresarios al gobierno de Allende.
Gabriel Indey, por aquel entonces estudiante de enseñanza media y presidente del centro de alumnos del Liceo Católico Atacama, se hizo cargo de un programa en la radio, destinado al público juvenil:
-Nosotros teníamos muy buena llegada como partido juvenil en el alumnado en Copiapó, entonces del partido me comisionaron para que me hiciera cargo de ese programa que era de los partidos de la unidad popular, iba en representación del MAPU y como hablaba más o menos bien, tenía ideas claras al respecto, empezamos hacerlo, duraba aproximadamente 45 minutos. Era conversación y música – recuerda mientras cuenta que las canciones elegidas solían ser de Quilapayún, Inti Illimani y Rolando Alarcón.
La segunda vez que Segundo vio en acción al hombre de las comunicaciones comprometido con su oficio que vivía en Alfonso Gamboa, fue el día mismo del golpe. Se encontraron en la puerta de la radio, muy temprano. Por la Portales había escuchado lo que estaba sucediendo en Santiago, en La Moneda. Alfonso se hizo cargo de la locución, informando que los militares estaban atacando al gobierno democrático y que todos los seguidores del gobierno debían estar alerta.
-Con mi poco conocimiento que podría ocurrir una cosa de esta naturaleza, vi que su actitud fue valiente. Ya se habían dado a conocer bandos donde ponían de advertencia a quienes no los cumplieran lo que iba a pasar con ellos. Todas las radios debían silenciar sus ondas. Transmitimos hasta las 11 de la mañana -cuenta Segundo sobre esa agitada mañana en que él se mantuvo en el locutorio, podía ver a Gamboa detrás del vidrio, a su lado estaba Martínez controlando.
A las 11 de la mañana llegó el teniente Enrique Hales, les solicitó apagar las transmisiones y desalojar la radio. Fue un proceso tranquilo, donde les dieron tiempo para retirar sus pertenencias con cierta calma. El personal fue a reunirse a una sala de una escuela cercana, les preocupaba cuando podrían volver a abrir la emisora y el obtener sus sueldos correspondientes a agosto. José Zepeda, el gerente, se dirigió entonces al banco a retirar los dineros para cancelar los sueldos, pero se encontró con que la cuenta había sido cerrada. A Alfonso, en particular, le interesaba que los militares no transformaran la emisora en una estación de bandos y marchas militares. Por eso le pidió a Agustín Díaz, quien cumplía funciones de radio controlador, que subiera hasta la planta transmisora y retirara el cristal -un transistor que otorga la frecuencia-, tarea que cumplió. Horas más tarde se lo entregó a Gamboa.
Segundo continuó durante la semana yendo a la casa de Gamboa a preguntar si había novedades y compartir con él y su señora, siempre pensando que todo volvería a la normalidad. Pero hacia el fin de semana, la pareja había tomado la decisión que Alfonso debía entregarse ante la insistencia de los bandos militares que repetían su nombre. Era un día domingo 16 de septiembre. Alrededor del mediodía, caminaron juntos desde la alameda hasta la plaza, Segundo lo vio entrar al cuartel de carabineros ubicado en Los Carrera y se quedó en la esquina esperándolo salir. Siguió ahí, atento, hasta las dos de la tarde, cuando entendió que había transcurrido tiempo suficiente para comprender que quedó detenido y se dirigió a avisarle a la esposa. Adi corrió al cuartel, donde le informaron del traslado de su marido al regimiento, al llegar, alcanzó a divisarlo ya que lo trasladaban a la cárcel.
Segundo nunca fue a verlo a la cárcel, porque Adi le advirtió que andaban detrás de todos los que trabajaron en la radio. Los militares buscaban el cristal, el que finalmente esta esposa les entregó, aunque inutilizado. Del personal estable de la Atacama, fueron varios los detenidos: los hermanos Zepeda, Lincoyán y José, Agustín Díaz y Nury Jara.  Un grupo que en su mayoría conoció entonces torturas, cárcel, campos de concentración y exilio.
Segundo se enteró que habían matado a Alfonso Gamboa, al encontrarse esa mañana del 18 de octubre con una de sus hermanas, horrorizada por la terrible noticia que había leído en el diario:
- Para que te voy a contar lo que sentí… y de la forma que me lo dijo, impactante, me costaba comprender que hayan matado a un hombre como Gamboa. Ahí nos dimos cuenta, por lo menos  pude de alguna manera predecir lo que nos iba a ocurrir y viví mucho tiempo con un alma en el hilo, si había ocurrido eso con Gamboa, con Sierra, con los Carvajal, Pedro Pérez y otros más también me podía ocurrir a mí -relata este hombre de radio que sin trabajo y una familia que mantener, se dirigió apenas tuvo los recursos a un pueblo pequeño, donde fuera más difícil encontrarlo, como El Salado.

DERECHOS HUMANOS

Al inicio de la década de los noventa, cuando se habían exhumado los cuerpos de los ejecutados por la caravana de la muerte, se debatía sobre la posibilidad de saber la verdad y se veía muy lejana la posibilidad de llevar a sus ejecutores a las cárceles, el periodista Jorge Oporto publicó la revista Derechos Humanos, la que tuvo cerca de siete re-ediciones. Ayudado por su conocimiento de las víctimas, su estrecha relación en los años de dictadura con Julio Hernández -quien desde el Obispado trabajó en apoyo a familiares víctimas de la represión política- logró esta publicación donde escribieron esposas y personas muy cercanas a casos emblemáticos de crímenes de lesa humanidad en la zona.
De allí extractamos las palabras de la esposa de Alfonso, Adi Araya, recordando al hombre de apenas 35 años cuando desapareció:
“Como persona, fue siempre un hombre de pueblo, íntegro, solidario con todos, un hombre intelectual; de buenos sentimientos.
Como hijo fue ejemplar, respetuoso y responsable.
Como hermano, cariñoso, paternal y protector.
Como padre y esposo formó una familia con esfuerzo y trabajo, para que nada nos faltara, bromista, amoroso, sano de espíritu, fue siempre más amigo de sus hijos Alfonso y Adi, tratando de hacer siempre lo que creía correcto. Intachable en su conducta hogareña, adoraba a su familia.
Como profesor normalista: se entregó por entero a su profesión, constituyéndose en el formador de maestros.
Como amigo y vecino fue excelente persona, muy humano, con una alta sensibilidad social, comunicativo y bondadoso.
Su ejemplo perdurará en la mente y los corazones de quienes lo conocimos”.



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