Desde 1968, cada
día Alfonso Gamboa terminaba sus clases en la Escuela Normal y en las tardes
llegaba a dirigir la Radio Atacama. Tenía un programa de actualidad, donde su
cultura y pedagogía se mezclaban para enseñarle al auditor siempre algo más. Su
idea de un comunicador era la de un profesional con un conocimiento amplio,
para hacer un aporte verdadero a quien le estaba escuchando de manera de que
cuando dijeran “la radio lo dijo” fuera algo indesmentible, certero y educador.
Hijo de una
modista y un funcionario de ferrocarriles del Estado, era un copiapino neto,
con cuatro hermanas: Fresia, Germana, Nidia y Ana María. Estudió en la Escuela
de Aplicación anexa a la Escuela Normal Rómulo J.Peña. Estudiante
sobresaliente, premiado en más de una oportunidad por obtener primeros lugares
en sus cursos, decidió continuar sus estudios en la Escuela Normal. Su compromiso
social se reveló a través de su carrera también, con cursos de alfabetización
para trabajadores en la década de los sesenta, como profesor de escuela y
posteriormente de la Normal, entidad formadora de las nuevas generaciones de
docentes. Con su esposa, Adi Araya, tuvo dos hijos: Adi y Alfonso.
De estatura
mediana, contextura gruesa que con los años comenzó a moderar, tenía un trato
agradable y amistoso. Una persona descrita como carismática por quienes le
conocieron. Segundo Iriarte llegó muy joven a Radio Atacama, siendo estudiante
aún de enseñanza media y en la medida que se dedicó finalmente al trabajo
radial, presenció como la emisora pasó a manos del Partido Socialista al
iniciar la década de los setenta. Así se transformó en la emisora del gobierno,
la que orientaba a los trabajadores y a la comunidad respecto a lo que estaban
viviendo, donde Gamboa jugaba un rol importante.
- Fue un hombre
muy valiente y comprometido con sus principios políticos. Fui testigo de dos
ocasiones donde él supo ponerse en su lugar como director de un medio de
comunicación que era parte de un gobierno. Recuerdo que llegó el comandante del
Regimiento Atacama en ese entonces, coronel Oscar Haag, a decirle que no
llamara a la gente a salir a la calle porque provocaría un caos. Horas antes la
oposición se había manifestado en las calles y Gamboa pedía que saliera el
pueblo a defender su gobierno. Le dijo al comandante: ‘mire, usted puede mandar
a sus subalternos, pero acá en la radio mando yo, así que retírese’. Eso fue el
año 72, cuando estaba el primer paro de los transportistas -describe Segundo,
sentado en el locutorio de la actual Radio Universidad Atacama, donde hoy se
desempeña.
La radio cumplía
su rol a cabalidad. Allí, además, se hacían muchas reuniones políticas del PS,
como también de la coalición de gobierno. Era filial de la entonces gobiernista
Portales, quien la abastecía de las noticias nacionales. Transmitían un
programa de comentarios “Trasfondo de la noticia”, donde participaba Gamboa,
Mario Marín y Francisco Molina. Allí el director proporcionaba el contexto de
lo que estaban viviendo, por ejemplo, que el financiamiento del paro de los
camioneros se estaba haciendo con dineros norteamericanos o que el
desabastecimiento era producto del boicot realizado por parte de los
empresarios al gobierno de Allende.
Gabriel Indey,
por aquel entonces estudiante de enseñanza media y presidente del centro de
alumnos del Liceo Católico Atacama, se hizo cargo de un programa en la radio,
destinado al público juvenil:
-Nosotros
teníamos muy buena llegada como partido juvenil en el alumnado en Copiapó,
entonces del partido me comisionaron para que me hiciera cargo de ese programa
que era de los partidos de la unidad popular, iba en representación del MAPU y
como hablaba más o menos bien, tenía ideas claras al respecto, empezamos
hacerlo, duraba aproximadamente 45 minutos. Era conversación y música –
recuerda mientras cuenta que las canciones elegidas solían ser de Quilapayún,
Inti Illimani y Rolando Alarcón.
La segunda vez
que Segundo vio en acción al hombre de las comunicaciones comprometido con su
oficio que vivía en Alfonso Gamboa, fue el día mismo del golpe. Se encontraron
en la puerta de la radio, muy temprano. Por la Portales había escuchado lo que
estaba sucediendo en Santiago, en La Moneda. Alfonso se hizo cargo de la
locución, informando que los militares estaban atacando al gobierno democrático
y que todos los seguidores del gobierno debían estar alerta.
-Con mi poco
conocimiento que podría ocurrir una cosa de esta naturaleza, vi que su actitud
fue valiente. Ya se habían dado a conocer bandos donde ponían de advertencia a
quienes no los cumplieran lo que iba a pasar con ellos. Todas las radios debían
silenciar sus ondas. Transmitimos hasta las 11 de la mañana -cuenta Segundo
sobre esa agitada mañana en que él se mantuvo en el locutorio, podía ver a
Gamboa detrás del vidrio, a su lado estaba Martínez controlando.
A las 11 de la
mañana llegó el teniente Enrique Hales, les solicitó apagar las transmisiones y
desalojar la radio. Fue un proceso tranquilo, donde les dieron tiempo para
retirar sus pertenencias con cierta calma. El personal fue a reunirse a una
sala de una escuela cercana, les preocupaba cuando podrían volver a abrir la
emisora y el obtener sus sueldos correspondientes a agosto. José Zepeda, el
gerente, se dirigió entonces al banco a retirar los dineros para cancelar los
sueldos, pero se encontró con que la cuenta había sido cerrada. A Alfonso, en
particular, le interesaba que los militares no transformaran la emisora en una
estación de bandos y marchas militares. Por eso le pidió a Agustín Díaz, quien
cumplía funciones de radio controlador, que subiera hasta la planta transmisora
y retirara el cristal -un transistor que otorga la frecuencia-, tarea que
cumplió. Horas más tarde se lo entregó a Gamboa.
Segundo continuó
durante la semana yendo a la casa de Gamboa a preguntar si había novedades y
compartir con él y su señora, siempre pensando que todo volvería a la
normalidad. Pero hacia el fin de semana, la pareja había tomado la decisión que
Alfonso debía entregarse ante la insistencia de los bandos militares que
repetían su nombre. Era un día domingo 16 de septiembre. Alrededor del
mediodía, caminaron juntos desde la alameda hasta la plaza, Segundo lo vio
entrar al cuartel de carabineros ubicado en Los Carrera y se quedó en la
esquina esperándolo salir. Siguió ahí, atento, hasta las dos de la tarde,
cuando entendió que había transcurrido tiempo suficiente para comprender que
quedó detenido y se dirigió a avisarle a la esposa. Adi corrió al cuartel,
donde le informaron del traslado de su marido al regimiento, al llegar, alcanzó
a divisarlo ya que lo trasladaban a la cárcel.
Segundo nunca
fue a verlo a la cárcel, porque Adi le advirtió que andaban detrás de todos los
que trabajaron en la radio. Los militares buscaban el cristal, el que
finalmente esta esposa les entregó, aunque inutilizado. Del personal estable de
la Atacama, fueron varios los detenidos: los hermanos Zepeda, Lincoyán y José,
Agustín Díaz y Nury Jara. Un grupo que
en su mayoría conoció entonces torturas, cárcel, campos de concentración y
exilio.
Segundo se
enteró que habían matado a Alfonso Gamboa, al encontrarse esa mañana del 18 de
octubre con una de sus hermanas, horrorizada por la terrible noticia que había
leído en el diario:
- Para que te
voy a contar lo que sentí… y de la forma que me lo dijo, impactante, me costaba
comprender que hayan matado a un hombre como Gamboa. Ahí nos dimos cuenta, por
lo menos pude de alguna manera predecir
lo que nos iba a ocurrir y viví mucho tiempo con un alma en el hilo, si había
ocurrido eso con Gamboa, con Sierra, con los Carvajal, Pedro Pérez y otros más
también me podía ocurrir a mí -relata este hombre de radio que sin trabajo y
una familia que mantener, se dirigió apenas tuvo los recursos a un pueblo
pequeño, donde fuera más difícil encontrarlo, como El Salado.
DERECHOS HUMANOS
Al inicio de la
década de los noventa, cuando se habían exhumado los cuerpos de los ejecutados
por la caravana de la muerte, se debatía sobre la posibilidad de saber la
verdad y se veía muy lejana la posibilidad de llevar a sus ejecutores a las
cárceles, el periodista Jorge Oporto publicó la revista Derechos Humanos, la
que tuvo cerca de siete re-ediciones. Ayudado por su conocimiento de las víctimas,
su estrecha relación en los años de dictadura con Julio Hernández -quien desde
el Obispado trabajó en apoyo a familiares víctimas de la represión política-
logró esta publicación donde escribieron esposas y personas muy cercanas a
casos emblemáticos de crímenes de lesa humanidad en la zona.
De allí
extractamos las palabras de la esposa de Alfonso, Adi Araya, recordando al
hombre de apenas 35 años cuando desapareció:
“Como persona, fue siempre un hombre de pueblo, íntegro, solidario
con todos, un hombre intelectual; de buenos sentimientos.
Como hijo fue ejemplar, respetuoso y responsable.
Como hermano, cariñoso, paternal y protector.
Como padre y esposo formó una familia con esfuerzo y trabajo, para
que nada nos faltara, bromista, amoroso, sano de espíritu, fue siempre más
amigo de sus hijos Alfonso y Adi, tratando de hacer siempre lo que creía
correcto. Intachable en su conducta hogareña, adoraba a su familia.
Como profesor normalista: se entregó por entero a su profesión,
constituyéndose en el formador de maestros.
Como amigo y vecino fue excelente persona, muy humano, con una alta
sensibilidad social, comunicativo y bondadoso.
Su ejemplo perdurará en la mente y los corazones de quienes lo
conocimos”.
Hobor y Gloria para Alfonso Gamboa.
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