26 jun 2019

José Gabriel Espejo Espejo



José Espejo Espejo, fue el hijo mayor del matrimonio de Berta Espejo y Samuel Burgos. No llevó el apellido Burgos porque su padre biológico fue otro, pero sí fue quien lo crió. La relación con sus hermanos fue muy cercana, Alberto, Rosa  y  Samuel, quienes lo recuerdan como un hijo respetuoso, cariñoso, una persona preocupada de cada uno de ellos, como también de sus amigos y vecinos.
José Gabriel, Gaby para su familia, era secretario político de las juventudes comunistas de Tierra Amarilla. A principios de 1976 había sido detenido en Caldera, por estar en una fiesta con amigos pasada la hora del toque de queda. Esa vez le contó a su familia que no pudo evitar enfrentar al militar a cargo, que le dijo ‘las cosas iban a cambiar tarde o temprano el pueblo reaccionaría’ y llamó a los militares presentes a no olvidarse de su humanidad. Esa noche lo soltaron.
Fue otra la noche más terrible, la del 19 de marzo de ese mismo año. José se encontraba con varios de sus amigos compartiendo en una casa de Tierra Amarilla. Cuando se dirigían de vuelta a sus hogares, junto a sus amigos Mario Mercado y otro conocido como “el turco”, se encontraron con una patrulla militar. Corrieron y Mario Mercado alcanzó a entrar a su casa, se escondió debajo de su cama y así eludió a los militares que entraron a su domicilio en su búsqueda.
José siguió corriendo. Estaba llegando a su casa, ubicada en la población Gabriela Mistral, ya en la puerta, cuando la familia y los vecinos sintieron disparos. Inmediatamente padre y madre salieron a ver qué sucedía y hallaron al hijo muerto. Un asesinato que marcó para siempre la vida de esta familia.
Nos encontramos en un café ubicado en el centro de Copiapó con Samuel Burgos, su hermano menor y su sobrina, Evelyn Cerda, quienes recuerdan esa noche:
-La patrulla lo tomó y lo soltó, le dijeron que se fuera a su casa, fue lo peor, alcanzó a llegar a la puerta y le dispararon por la espalda… cayó al suelo justo en la puerta de nuestra casa. Yo me encontraba en la pieza más cercana de la puerta y escuché toda la bulla. Me levanté con mis 11 años y vi todo, mi madre ahí lo tenía, gritaba… Mi padre enloquecido discutiendo con los militares y me acuerdo muy bien que el que estaba en la patrulla era el teniente Carlos Acuña, fue una discusión fuertísima, estábamos todos afuera. A mi hermano los militares lo subieron arriba del camión. Querían llevárselo, pero mi papá se subió al camión para llevarlo al hospital o sino no sabríamos nada de él y había desaparecido como muchos compañeros… Fue un dolor gigante que hasta la fecha es como que estuviera viviendo ese momento, lo tengo en mi mente, recuerdo las palabras del mismo teniente que dijo ‘controle a su papá’, como amenazando – narra Samuel Burgos, en un relato donde resulta imposible traspasar al texto el dolor de sus palabras, de las lágrimas que a ratos se asoman, de las pausas necesarias.
-Mi tata decía que cuando mataron a mi tío el milico lo envolvió y lo tiró arriba del camión… y mi tata se subió al camión a la mala, para recuperar el cuerpo y cuando llegaron al hospital e hicieron el trámite de rigor no querían entregarle el cuerpo… y el que da la autorización fue un doctor y era compañero de izquierda, así que se lo entregó y los militares tuvieron algo en contra del doctor, algo pasó ahí …Mi tata dice que en todo momento quería llegar al hospital, que no lo desaparecieran, ese era su objetivo. Y en la casa estaba además el dolor, pensando que no iba a volver ninguno de los dos – cuenta Evelyn sobre esos dramáticos momentos -. Posteriormente, trabajando, me encontré con la señora Isabel. Ella me contó que en ese entonces era una niña. Escuchó los gritos desgarradores de mi abuelita… estamos hablando de ¡cuántas cuadras! -entre la plaza y el Techado- y no sabía por qué; después en la madrugada supo lo que decían los vecinos, que mataron al hijo del Burgos. Ella estudiaba en el comercial y lo conoció.
Samuel dice que su familia estaba muy preocupada. Fue un alivio cuando su padre volvió. Los vecinos y amigos comenzaron a llegar a la casa, compañía que no paró hasta el funeral masivo en que despidieron al joven, con militares armados vigilando desde el cerro ubicado atrás de su casa. Pareció que todo el pueblo de Tierra Amarilla se dio cita en el cementerio, cuadras y cuadras de personas, recuerdan, tal vez una expresión de la consternación que provocó este asesinato por la espalda.

UN JOVEN CON ESPERANZAS

José Gabriel estudió en el Liceo Comercial, donde se tituló como contador. Trabajó en Potrerillos, Codelco Salvador, oportunidad que se reflejó en que sus ingresos y por tanto los de su familia mejoraron considerablemente.
-A mi abuelita le decía “te vestiré como reina, tú ya no vas andar más vestida mal, porque yo quiero que seas la reina de mi casa”. Y con su primer sueldo compró ropa, porque mi abuela fue pobre, zapatos, después un mueble y la máquina de coser. A mi tata le decía que no iba a tener más necesidades –cuenta Evelyn.
Pero llegó la dictadura, la caravana de la muerte se llevó a tres de sus compañeros de la División, entonces José volvió a la casa paterna, triste porque no podría cumplir con lo prometido a Berta. Entró a trabajar con Samuel Burgos, en la cooperativa Agustinas que los pirquineros de la zona habían formado antes del ’73, pero los militares la disolvieron, persiguieron al padre, conocido dirigente de voz fuerte y nada difícil de callar. Los allanamientos a su casa fueron constantes y después de la muerte de José, aún más frecuentes.
José cumplía un rol de mediador, dado el carácter fuerte del padre. Su hermana Rosa pololeaba a escondidas con el que posteriormente fue su marido y padre de Evelyn. El día antes de su muerte, Gaby le anunció una sorpresa, pero sin decirle de qué se trataba. Había hablado con su padre, preparando el camino para que formalizaran la relación amorosa, y el enamorado vendría a la casa a pedir permiso para pololear.  Ella tenía catorce años y él diecinueve, y pasó bastante tiempo antes de enterarse de estas conversaciones.
José tenía una pareja, Violeta y tuvieron una hija, Karina. Actualmente ella no vive en la región y la familia tiene escasos contactos, algunos de ellos han sido en el cementerio, visitando la tumba del padre. Algo que sobre todo Berta siempre lamenta.
Con su hermano Alberto jugaban constantemente, a pelear, a perseguirse por el patio. Porque Gaby era muy ‘de piel’, cercano y cariñoso.
-Yo pienso que era una persona que tenía sus ideales claros, soy trabajadora social de profesión, de repente me reflejo en él, que se proponía cosas, perseverante en sus objetivos, con metas claras. Era de familia, por lo que yo he escuchado a mi abuela como se relacionaba con ella, era muy de piel, había una relación materno filial muy fuerte ahí -relata Evelyn.
Berta hasta el año en que se escribe este libro, no ha dejado de ir a los actos políticos donde recuerdan a las víctimas de la dictadura. Va para recordar a su hijo, en una expresión política ante las violaciones a los derechos humanos, a pesar de los intentos de su familia de protegerla a causa del deterioro de su corazón, tras sus avanzados años y el dolor que vuelve a sentir al ver la imagen de su hijo en la fotocopia en blanco y negro de un detenido desaparecido o un ejecutado político. Una actitud muy similar a la que tuvo su esposo, Samuel, quien hasta sus últimos días participó activamente, buscando democracia primero, denunciando, y actuando siempre para que la sociedad no olvidara la muerte de su hijo.

LUCHA FAMILIAR

Samuel Burgos Espejo actualmente vive en otra ciudad, pero se encarga todos los días de llamar a su madre, viajar continuamente y mantener un contacto permanente con sus hermanos, hermanas, sobrinos y sobrinas. Ambos son quienes se han hecho cargo de representar a la familia judicial y socialmente ante la muerte de José. Samuel, en su juventud, tomó riesgos importantes en la búsqueda de verdad:
- Me tocaba hacer el servicio militar, no me aceptaron y me presenté voluntario, porque quería estar adentro para averiguar cosas. De los dos años, estuve como 6 u 8 meses en el casino de suboficiales como ayudante, siendo soldado conscripto, con una cocinera de edad, nos pusimos a conversar en el turno y le pregunté si conocía un oficial de apellido Acuña y me dijo sin preguntarle que él tuvo un problema con un asesinato, que estaba a cargo de una patrulla en Tierra Amarilla. Ella no tenía idea que yo era su hermano, me dijo que estuvo sólo un mes después y lo mandaron a otro lado, me dio su nombre, Carlos porque antes sólo tenía su apellido. En el regimiento se hablaba que había sido un cabo, nunca un conscripto, otro dijo que había sido el teniente que le había quitado el fusil y que el soldado era un mandado. Para mí fue muy complejo haber hecho el servicio, sufrí acoso. Un día la gente del departamento de inteligencia del ejército me fue a buscar al casino de oficiales y me hicieron preguntas, qué quienes eran mis padres. Mi postura fue “si quieren saber más de mí, hablemos inmediatamente y si quieren saber si soy el hermano del que asesinaron los militares, ustedes, sí, lo soy”. Me acuerdo del apellido, el cabo Guzmán, que le decían en ese tiempo el perro Guzmán, era de la CNI.
Burgos tuvo la ayuda de un suboficial, con quien se hicieron amigos y sabiendo toda su verdad, lo protegió de los hostigamientos, golpes y malos tratos que el joven comenzó a recibir. Una verdad que en el caso de ese teniente tuvo consecuencias importantes para su vida, ya que unos años después de conocer la historia de esta familia, abandonó el ejército. Samuel en cambio, no apareció registrado como conscripto, en los antecedentes ni en el cantón de reclutamiento.
De vuelta a la democracia, los juicios volvieron a abrirse, y la familia a atestiguar. Para Evelyn, la persona resiliente y sabia que es su abuela se traslució en la entrevista con el magistrado, cuando él le preguntó qué quería para la persona que mató a su hijo:
-Ella le responde que no espera nada, porque a su hijo ya no se lo van a devolver, y que el daño que a ella y a su familia le hicieron, ella no se lo puede desear a la familia de esa persona.
Berta guarda las fotos del funeral de su hijo en un bolsillo de un abrigo que José le regaló, las que ha decidido le acompañarán en su tumba.

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