José Espejo
Espejo, fue el hijo mayor del matrimonio de Berta Espejo y Samuel Burgos. No
llevó el apellido Burgos porque su padre biológico fue otro, pero sí fue quien
lo crió. La relación con sus hermanos fue muy cercana, Alberto, Rosa y
Samuel, quienes lo recuerdan como un hijo respetuoso, cariñoso, una
persona preocupada de cada uno de ellos, como también de sus amigos y vecinos.
José Gabriel,
Gaby para su familia, era secretario político de las juventudes comunistas de
Tierra Amarilla. A principios de 1976 había sido detenido en Caldera, por estar
en una fiesta con amigos pasada la hora del toque de queda. Esa vez le contó a
su familia que no pudo evitar enfrentar al militar a cargo, que le dijo ‘las
cosas iban a cambiar tarde o temprano el pueblo reaccionaría’ y llamó a los
militares presentes a no olvidarse de su humanidad. Esa noche lo soltaron.
Fue otra la
noche más terrible, la del 19 de marzo de ese mismo año. José se encontraba con
varios de sus amigos compartiendo en una casa de Tierra Amarilla. Cuando se
dirigían de vuelta a sus hogares, junto a sus amigos Mario Mercado y otro conocido
como “el turco”, se encontraron con una patrulla militar. Corrieron y Mario
Mercado alcanzó a entrar a su casa, se escondió debajo de su cama y así eludió
a los militares que entraron a su domicilio en su búsqueda.
José siguió
corriendo. Estaba llegando a su casa, ubicada en la población Gabriela Mistral,
ya en la puerta, cuando la familia y los vecinos sintieron disparos.
Inmediatamente padre y madre salieron a ver qué sucedía y hallaron al hijo
muerto. Un asesinato que marcó para siempre la vida de esta familia.
Nos encontramos
en un café ubicado en el centro de Copiapó con Samuel Burgos, su hermano menor
y su sobrina, Evelyn Cerda, quienes recuerdan esa noche:
-La patrulla lo
tomó y lo soltó, le dijeron que se fuera a su casa, fue lo peor, alcanzó a llegar
a la puerta y le dispararon por la espalda… cayó al suelo justo en la puerta de
nuestra casa. Yo me encontraba en la pieza más cercana de la puerta y escuché
toda la bulla. Me levanté con mis 11 años y vi todo, mi madre ahí lo tenía,
gritaba… Mi padre enloquecido discutiendo con los militares y me acuerdo muy
bien que el que estaba en la patrulla era el teniente Carlos Acuña, fue una
discusión fuertísima, estábamos todos afuera. A mi hermano los militares lo
subieron arriba del camión. Querían llevárselo, pero mi papá se subió al camión
para llevarlo al hospital o sino no sabríamos nada de él y había desaparecido
como muchos compañeros… Fue un dolor gigante que hasta la fecha es como que
estuviera viviendo ese momento, lo tengo en mi mente, recuerdo las palabras del
mismo teniente que dijo ‘controle a su papá’, como amenazando – narra Samuel
Burgos, en un relato donde resulta imposible traspasar al texto el dolor de sus
palabras, de las lágrimas que a ratos se asoman, de las pausas necesarias.
-Mi tata decía
que cuando mataron a mi tío el milico lo envolvió y lo tiró arriba del camión…
y mi tata se subió al camión a la mala, para recuperar el cuerpo y cuando
llegaron al hospital e hicieron el trámite de rigor no querían entregarle el
cuerpo… y el que da la autorización fue un doctor y era compañero de izquierda,
así que se lo entregó y los militares tuvieron algo en contra del doctor, algo
pasó ahí …Mi tata dice que en todo momento quería llegar al hospital, que no lo
desaparecieran, ese era su objetivo. Y en la casa estaba además el dolor,
pensando que no iba a volver ninguno de los dos – cuenta Evelyn sobre esos
dramáticos momentos -. Posteriormente, trabajando, me encontré con la señora
Isabel. Ella me contó que en ese entonces era una niña. Escuchó los gritos
desgarradores de mi abuelita… estamos hablando de ¡cuántas cuadras! -entre la
plaza y el Techado- y no sabía por qué; después en la madrugada supo lo que
decían los vecinos, que mataron al hijo del Burgos. Ella estudiaba en el
comercial y lo conoció.
Samuel dice que
su familia estaba muy preocupada. Fue un alivio cuando su padre volvió. Los
vecinos y amigos comenzaron a llegar a la casa, compañía que no paró hasta el
funeral masivo en que despidieron al joven, con militares armados vigilando
desde el cerro ubicado atrás de su casa. Pareció que todo el pueblo de Tierra
Amarilla se dio cita en el cementerio, cuadras y cuadras de personas,
recuerdan, tal vez una expresión de la consternación que provocó este asesinato
por la espalda.
UN JOVEN CON ESPERANZAS
José Gabriel
estudió en el Liceo Comercial, donde se tituló como contador. Trabajó en
Potrerillos, Codelco Salvador, oportunidad que se reflejó en que sus ingresos y
por tanto los de su familia mejoraron considerablemente.
-A mi abuelita
le decía “te vestiré como reina, tú ya no vas andar más vestida mal, porque yo
quiero que seas la reina de mi casa”. Y con su primer sueldo compró ropa,
porque mi abuela fue pobre, zapatos, después un mueble y la máquina de coser. A
mi tata le decía que no iba a tener más necesidades –cuenta Evelyn.
Pero llegó la
dictadura, la caravana de la muerte se llevó a tres de sus compañeros de la
División, entonces José volvió a la casa paterna, triste porque no podría
cumplir con lo prometido a Berta. Entró a trabajar con Samuel Burgos, en la
cooperativa Agustinas que los pirquineros de la zona habían formado antes del
’73, pero los militares la disolvieron, persiguieron al padre, conocido
dirigente de voz fuerte y nada difícil de callar. Los allanamientos a su casa
fueron constantes y después de la muerte de José, aún más frecuentes.
José cumplía un
rol de mediador, dado el carácter fuerte del padre. Su hermana Rosa pololeaba a
escondidas con el que posteriormente fue su marido y padre de Evelyn. El día
antes de su muerte, Gaby le anunció una sorpresa, pero sin decirle de qué se
trataba. Había hablado con su padre, preparando el camino para que formalizaran
la relación amorosa, y el enamorado vendría a la casa a pedir permiso para
pololear. Ella tenía catorce años y él diecinueve,
y pasó bastante tiempo antes de enterarse de estas conversaciones.
José tenía una
pareja, Violeta y tuvieron una hija, Karina. Actualmente ella no vive en la
región y la familia tiene escasos contactos, algunos de ellos han sido en el
cementerio, visitando la tumba del padre. Algo que sobre todo Berta siempre
lamenta.
Con su hermano
Alberto jugaban constantemente, a pelear, a perseguirse por el patio. Porque
Gaby era muy ‘de piel’, cercano y cariñoso.
-Yo pienso que era una persona que tenía sus ideales
claros, soy trabajadora social de profesión, de repente me reflejo en él, que
se proponía cosas, perseverante en sus objetivos, con metas claras. Era de
familia, por lo que yo he escuchado a mi abuela como se relacionaba con ella,
era muy de piel, había una relación materno filial muy fuerte ahí -relata Evelyn.
Berta hasta el
año en que se escribe este libro, no ha dejado de ir a los actos políticos
donde recuerdan a las víctimas de la dictadura. Va para recordar a su hijo, en
una expresión política ante las violaciones a los derechos humanos, a pesar de
los intentos de su familia de protegerla a causa del deterioro de su corazón,
tras sus avanzados años y el dolor que vuelve a sentir al ver la imagen de su
hijo en la fotocopia en blanco y negro de un detenido desaparecido o un
ejecutado político. Una actitud muy similar a la que tuvo su esposo, Samuel,
quien hasta sus últimos días participó activamente, buscando democracia
primero, denunciando, y actuando siempre para que la sociedad no olvidara la
muerte de su hijo.
LUCHA FAMILIAR
Samuel Burgos
Espejo actualmente vive en otra ciudad, pero se encarga todos los días de
llamar a su madre, viajar continuamente y mantener un contacto permanente con
sus hermanos, hermanas, sobrinos y sobrinas. Ambos son quienes se han hecho
cargo de representar a la familia judicial y socialmente ante la muerte de José.
Samuel, en su juventud, tomó riesgos importantes en la búsqueda de verdad:
- Me tocaba
hacer el servicio militar, no me aceptaron y me presenté voluntario, porque
quería estar adentro para averiguar cosas. De los dos años, estuve como 6 u 8
meses en el casino de suboficiales como ayudante, siendo soldado conscripto,
con una cocinera de edad, nos pusimos a conversar en el turno y le pregunté si
conocía un oficial de apellido Acuña y me dijo sin preguntarle que él tuvo un
problema con un asesinato, que estaba a cargo de una patrulla en Tierra
Amarilla. Ella no tenía idea que yo era su hermano, me dijo que estuvo sólo un
mes después y lo mandaron a otro lado, me dio su nombre, Carlos porque antes
sólo tenía su apellido. En el regimiento se hablaba que había sido un cabo,
nunca un conscripto, otro dijo que había sido el teniente que le había quitado
el fusil y que el soldado era un mandado. Para mí fue muy complejo haber hecho
el servicio, sufrí acoso. Un día la gente del departamento de inteligencia del
ejército me fue a buscar al casino de oficiales y me hicieron preguntas, qué
quienes eran mis padres. Mi postura fue “si quieren saber más de mí, hablemos
inmediatamente y si quieren saber si soy el hermano del que asesinaron los
militares, ustedes, sí, lo soy”. Me acuerdo del apellido, el cabo Guzmán, que
le decían en ese tiempo el perro Guzmán, era de la CNI.
Burgos tuvo la
ayuda de un suboficial, con quien se hicieron amigos y sabiendo toda su verdad,
lo protegió de los hostigamientos, golpes y malos tratos que el joven comenzó a
recibir. Una verdad que en el caso de ese teniente tuvo consecuencias
importantes para su vida, ya que unos años después de conocer la historia de
esta familia, abandonó el ejército. Samuel en cambio, no apareció registrado
como conscripto, en los antecedentes ni en el cantón de reclutamiento.
De vuelta a la
democracia, los juicios volvieron a abrirse, y la familia a atestiguar. Para Evelyn,
la persona resiliente y sabia que es su abuela se traslució en la entrevista
con el magistrado, cuando él le preguntó qué quería para la persona que mató a
su hijo:
-Ella le
responde que no espera nada, porque a su hijo ya no se lo van a devolver, y que
el daño que a ella y a su familia le hicieron, ella no se lo puede desear a la
familia de esa persona.
Berta guarda las
fotos del funeral de su hijo en un bolsillo de un abrigo que José le regaló,
las que ha decidido le acompañarán en su tumba.
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