A ti detenido desaparecido
quizás un postrero gesto de humanismo
de quien tu vida truncó
acaso compasión,
algo que se asemeja a una cruz
un N.N que el tiempo desdibujó …
fue liniero de tu morada,
el último rincón
y hubo algunos que ni eso tuvieron.
Acogió la madre tierra con alientos de amor
al que quedaba después de horas de horror…
se compadeció la yerba,
y amorosa su sepulcro cubrió,
lamieron las cenizas
sus heridas que la muerte traspasó.
Fue su hermano de nación
que se erigió en torturador,
con saña, con rabia, rencor…
Los encontraremos un día,
una flor y tumba tendrán
recogeré tus redes si los pudiese limpiar…
huellas de manos cobardes no te acompañan al más allá…
Y el sepulcro tu nombre llevará
y te lloraré y te lloraré…
viviré el duelo anunciado y esas lágrimas cálidas
cicatrizarán heridas que el tiempo cerró
y te lloraré y quizás algún día
regarán la flor de la resignación…
Doris Acevedo.
Pedro Acevedo Gallardo fue hijo de Ana Gallardo y Félix Acevedo. Vivían en la población Ojancos, en Tierra Amarilla, junto a sus tres hermanos: Nelson Pasten, Juan Acevedo y Francisco Acevedo. De niño fue intelectualmente inquieto, lector precoz y muy voraz, dando señas de una inteligencia que lo llevaría a sobresalir como estudiante en cada uno de los niveles que cursó. De hecho, al terminar su enseñanza en Tierra Amarilla, fue distinguido como el mejor estudiante de la Provincia. Continuó sus estudios en Copiapó para ingresar posteriormente a Ingeniería en Minas en la entonces Universidad Técnica del Estado de la capital regional.
-Se fue a
Santiago en la época de Salvador Allende, lo llevaron y el Presidente lo
recibió en La Moneda y le dio una maleta de cuero blanca con ribetes llena de
libros, y después salió becado para estudiar en la Escuela de Minas, de acuerdo
a las calificaciones que él tenía -recuerda su hermano Nelson Pasten sobre las
distinciones académicas de Pedro Acevedo.
Félix, el padre,
fue un activo dirigente comunista, militante, regidor de Tierra Amarilla
gracias a un apoyo popular que generalmente lo ubicó como la primera mayoría de
la comuna, también dirigió el sindicato de pirquineros, logrando beneficios
importantes para su gente, como la compra de camiones para vender sus minerales
a los planteles de la Enami, un convenio con el seguro social que les daba
acceso a salud y jubilación, y la compra de una micro para que los asociados
pagaran la mitad del valor cuando se dirigían a Copiapó. El golpe lo pilló
activo y visible como de costumbre, en el cargo de presidente de la CUT, razón
por la que tuvo que burlar la vigilancia militar cercana a su casa y partir en
un vehículo conducido por su hijo Nelson rumbo a unos cuantos años lejos del
hogar, con nombre falso y trabajando en las minas de otra región.
En uno de los
cajones de madera donde antiguamente llegaba el té, Félix siempre tenía libros,
diarios y documentos del Partido Comunista, entre ellos los principios de dicha
colectividad, los que Pedro leyó siendo muy niño, a tal punto que pidió su
incorporación a las juventudes comunistas iniciando la adolescencia.
Rápidamente se transformó en un activo dirigente, se volvió importante para su
organización. Su tía, Doris Acevedo, recuerda que antes del golpe los
familiares se encontraban en la actividad política. Ella estaba encargada de la
división femenina, mientras su sobrino ocupaba el puesto de secretario político
en Copiapó, al mismo tiempo que hacía su vida partidaria en una célula en
Tierra Amarilla. Cuando su madre, Ana, reprochaba al joven que se preocupaba
más de la política que de sus estudios, Pedro no le respondía, sólo llegaba con
una copia de sus notas en la universidad y se las dejaba encima de la mesa.
Siempre eran sobresalientes.
-Mi hermano a la
edad que se lo llevaron ya era ingeniero en minas y estaba estudiando para ser
ingeniero civil… y en eso estaba cuando le llegó la beca para irse, pero no era
la de ellos, si no de la otra Alemania, por lo que él empezó a hacer los
trámites para irse a la Unión Soviética, la idea de él era llegar a magister en
ingeniería, que en Chile no había.
La familia era
más bien pobre, así que Pedro alternaba los estudios con faenas de pirquinero,
en los desmontes, juntando mineral que vendía a la planta Hochschild. El tiempo
para los hermanos en esa época era escaso, recuerda Nelson.
-No compartíamos
mayormente con él, porque estaba metido en sus cosas. Siempre fue político
-dice Nelson desde su actual casa en Tierra Amarilla, ciudad que nunca ha
abandonado y que comparte con la familia que ha formado.
Doris, en
cambio, tuvo oportunidades de pasar bastante tiempo con su sobrino en la casa
de Copiapó de Juana Rosa Ramírez, su madre y abuela de “Peruchito”, como le
decían:
-A veces se
venía a nuestra casa a Pedro León Gallo y vivía con nosotros de lunes a
viernes, nos atendía el negocito igual… yo le echaba bromas y tallas, y él
atendía y leía. Antes de que se lo llevaran me había dicho que le hiciera un
pantalón, porque sé hacer corte y confecciones… él estaba sentado en la ventana
para que le diera la luz al libro y esperando que le terminara el pantalón, se
lo terminé, se lo llevó y no lo volví a ver -cuenta con Doris secándose unas
lágrimas ante el recuerdo.
LA DETENCIÓN
Pedro tenía
apenas 19 años el 28 de abril de 1975.
Hacía poco que había llegado desde Copiapó a su casa. Estaba en su pieza cuando
entraron cuatro agentes, pertenecientes al CIRE, organismo de investigación que
dependía directamente del Intendente, conformado por personal militar, de
carabineros e investigaciones y que perseguía a la gente de izquierda, con el
fin de eliminar cualquier actividad “subversiva”.
Varias veces
anteriores habían allanado la casa, buscando al padre que se había marchado a
la región de Coquimbo. Pero esta vez iban por el hijo. Pedro se levantó. Su
hermano Nelson conocía a uno de ellos, de apellido Retamales, al que le
preguntó qué estaba pasando y obtuvo como respuesta que le pasaran ropa
abrigada porque no volvería esa noche. “Mi mamá le pasó un chaquetón y él
llevaba bototos de seguridad” recuerda su hermano sobre esa abrupta salida.
-Le habían hecho
seguimiento, porque fue como una venganza porque no habían podido agarrar a mi
papá -reflexiona Nelson.
ALLANAMIENTOS
Doris dormía, al
igual que su madre, en la casa ubicada en la populosa Miguel Gallo. Cerca de las siete de la mañana los golpes en
la puerta despertaron a las dos mujeres. Supieron que no sería nada bueno,
cuando al abrir vieron a Ana llorando, con dificultades para calmarse y contar
lo sucedido. Cuando logró decir “se llevaron a Peruchito” Doris se vistió y
salió inmediatamente hacia el regimiento, donde, en la puerta, la madre
identificó a uno de los que detuvo a su hijo durante la noche -vestido de
civil- quien le dijo que volvería unos minutos más tarde y entonces le
respondería, porque se dirigía a hacer una diligencia.
La diligencia
era nuevamente allanar su casa, abrir el colchón de la cama de Pedro, buscando
a otras personas que trabajaban en la actividad política -clandestina en ese
tiempo y de resistencia- y una máquina de escribir, que nunca encontraron en
ese dormitorio. Mientras, las mujeres recorrieron el Retén de Carabineros de
Tierra Amarilla y otros lugares donde podrían haberlo llevado, pero les negaban
que allí estuviera detenido el joven.
Cerca del
mediodía, volvieron a la puerta del regimiento.
-La Anita estaba
llorando, pidiendo por favor al señor que estaba de guardia que le dijera si
estaba su hijo ahí y uno moreno que no recuerdo bien su rostro, pero era
bajito, delgado y le dice ‘por qué no le decís que el cabro está adentro’ y
entonces supimos que estaba ahí --recuerda Doris Acevedo con lágrimas en los
ojos, cuando conversamos en el negocio que ahora tiene en las villas construidas
en el antiguo Pueblo San Fernando.
Con esa
respuesta, se movilizaron buscando cualquier forma de tener más información,
lograr verlo o sacarlo de allí. Hacía poco Aladín Rojas había sido detenido,
así que les pidieron consejo a sus familiares. Tocaron muchas puertas,
escribieron cartas y solicitudes. Ana llegó a hablar con Lucía Hiriart, según
recuerda Nelson, quien le hizo un compromiso de ayudar, que no cumplió.
Entre medio, los
allanamientos siguieron. Hasta el 1° de mayo, día que toda la familia nunca
podrá olvidar. Doris relata lo que vivió
junto a su madre en la casa de calle Miguel Gallo:
-Llegaron a la
casa golpeando fuerte, gritando. Entre ellos iba un chiquillo que era
tierramarillano, los papás de ellos eran compadres con mi mamita, pero el niño
miraba hacia el suelo y nunca le vimos la vista, como que no lo conocíamos. El
que estaba a cargo dijo ‘está acá Pedro Gabriel Acevedo Gallardo’ y mi mamita
le respondió: ‘pero si lo tienen ustedes’ y el tipo contestó: ‘no, huyó del
regimiento’, ella le alegó ‘entonces ya lo mataron’. Igual miraron debajo de
las marquesas y todo fue sincronizado – dice respecto a una supuesta búsqueda
donde allanaron nuevamente la casa de Pedro, y la de todos sus parientes más
cercanos.
Luego vinieron
las denuncias por presunta desgracia, en la vicaría de la solidaridad y
posteriormente acciones judiciales que en primer término no obtuvieron muchos
resultados, sólo sirvieron para determinar claramente quienes lo habían
detenido en su casa. Nelson se encargó de hacer gran parte de las gestiones de
búsqueda, en Tierra Amarilla y Copiapó. Un año más tarde el hermano menor se
vio obligado a cumplir con el servicio militar obligatorio. Le ha relatado a la
familia que vivió múltiples maltratos y persecuciones.
- Nosotros pensamos
que a mi hermano lo mataron la misma noche y lo enterraron en el regimiento,
porque hay algunos conscriptos que sintieron gritos, otro dijo que lo había
visto. Otro hermano hizo el servicio y un cabo le dijo: ‘a tu hermano lo
mataron’, pero nada más – reflexiona Nelson sobre esta historia que han llevado
adelante durante años.
Condenados por
secuestro calificado:
Francisco León Jamett.
Patricio Román Herrera.
Pedro Eduardo Vivian Guaita.
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