26 jun 2019

Aladín Rojas Ramírez, minero de Tierra Amarilla



Aladín Rojas estaba en la plaza de Copiapó, cuando en la esquina de calle Los Carrera con Colipí, ante toda la gente que transitaba por el lugar más céntrico de la ciudad, fue detenido por Pedro Vivian Guaita, miembro del CIRE -la unidad de inteligencia que funcionaba en Copiapó- quien lo llevó al Regimiento.  Era un nueve de abril de 1975, cerca de las 20.00 horas.
Aladín tenía treinta años, trabajaba como perforero en la Cooperativa Regional Minera Bateas Ltda., era militante y dirigente político comunista y un activo impulsor de la rearticulación de dicha colectividad en la clandestinidad. Según escribió en “Temas en domingo” en Diario Atacama de junio de  1990, el entonces abogado de derechos humanos en la zona, Eduardo Morales Espinoza, “era militante de las Juventudes Comunistas, Secretario del Comité Local de Tierra Amarilla y miembro del Comité Central después del golpe de Estado, jugó un rol destacado en la reorganización de la Jota en Atacama, ayudando a estructurar las bases clandestinas que hicieron los primeros rayados, que lanzaron los primeros volantes, que crearon las primeras organizaciones”.
En la época de Allende había sido un dirigente político y social destacado. Viajó a Alemania y España en esa época, según constaba en su pasaporte. Algo que en las horas de tortura que experimentó durante esa noche, le preguntaron una y otra vez. Al menos eso le explicó a Ulda Leyton, su pareja.
- Mi cónyuge me comentó que al momento de su detención le dijeron que era él militante del partido Juventudes Comunistas y que le tenían un pasaporte de cuando él salió del país, sabían todo el movimiento que él tenía -señala Ulda en su declaración judicial.
Aladín volvió a su casa ya que cerca de las once de la mañana lo dejaron libre. Llegó lleno de moretones en la cara, en el cuerpo, heridas y quemaduras especialmente en los pies y zona genital, provocadas por la aplicación de corriente. Sus vecinos y su esposa vieron el lamentable estado en el que se encontraba.
Peor aún fue cuando le dijo a su esposa que a las veinte horas debía volver al regimiento para firmar unos documentos. Si no lo hacía, habían amenazado que irían por ella. Tenían tres hijos a quienes proteger: Aladín Wladimir, de cuatro años; Catherine Andrea de tres, y Ninel Victoria de tan sólo meses, así que haría lo más valiente: presentarse. No sabemos si hubo conversaciones entre el matrimonio, si él pensó en arrancar, tomar rumbo a la cordillera, esconderse en alguna de las minas de la zona. Lo cierto es que la angustia de su pareja, y la comprensión del alto peligro frente al cual estaba Aladín, se reflejó en que Ulda, contrariando lo que le había pedido su esposo -frente a la advertencia de los militares de que debía volver solo-  lo siguió al regimiento caminando.
Aladín iba en su motocicleta, muy característica y apreciada en aquella época, marca “Gilera”, así que llegó mucho antes que Ulda. Cuando ella llegó hasta la puerta del regimiento, vio estacionada su moto al interior del recinto, le preguntó al soldado que hacía la guardia por su marido. Él le respondió que lo había visto entrar, pero no había salido. Ulda esperó, todo lo que su paciencia y su angustia le permitieron hasta que, saltándose todo protocolo, ingresó al regimiento. Allí un oficial groseramente la hizo abandonar el recinto militar, bajo las peores amenazas.
Desde ese momento, su esposa, familiares y amigos nunca volvieron a verlo. Ulda quedó con sus tres hijos en una situación difícil:
-Tenía veinte años a esa fecha y se quedó con tres niños, y vivió un desamparo total ya que nadie la amparó, a esa fecha estaba completamente sola, nosotros la ayudamos en la medida que pudimos – señala Josefina Araya ante la Comisión de Verdad y Reconciliación el 28 de julio de 1990, madre del actual cónyuge de Ulda Leyton.
Las viviendas de la población donde vivía Aladín con su familia fueron allanadas. Ulda tuvo que resistir tener un militar afuera de su casa durante un tiempo. La casa de su madre también fue allanada.
El 24 de abril de 1975, la madre de Aladín, Dulcinea Ramírez Ramírez, denunció en la Comisaría de Investigaciones de Copiapó la desaparición de su hijo. Al día siguiente, los antecedentes pasaron al Primer Juzgado del Crimen de Copiapó, quien acogió la denuncia de presunta desgracia, rolándola con el N° 22.852. Fue rápidamente cerrada, las únicas diligencias hechas por detectives fue entrevistar a la demandante y buscar al desaparecido en diversos locales nocturnos y de esparcimiento.
Sin embargo, un oficio del juez a cargo al Teniente Coronel Álvarez Sgolia fue respondido, permitiendo acreditar la permanencia del minero en el regimiento.   El comandante del recinto militar y jefe de la zona en estado de emergencia de la Provincia de Atacama, respondió que el afectado efectivamente había sido detenido por personal de “la Unidad a mi mando el 9 de abril de 1975, por ser presidente de las JJ.CC. de la comuna de Tierra Amarilla y tener sospechas de estar efectuando reuniones clandestinas” indicando que había quedado en libertad “el 12 de abril del presente año por no haberle constado culpabilidad”.
Las gestiones judiciales fueron numerosas y sin ningún resultado efectivo hasta 1990. En febrero de 1992, la Comisión de Verdad y Reconciliación reconoció su desaparición como consecuencia de actos cometidos por agentes del Estado, en violación de sus derechos humanos. Y posteriormente en enero de 2001, producto de un acuerdo alcanzado en una mesa de diálogo, las Fuerzas Armadas y Carabineros entregaron un informe señalando que Aladín Rojas fue detenido en abril de 1975 y ejecutado en mayo de ese año, siendo sus restos arrojados al mar presumiblemente frente al puerto de Caldera.

Condenados por su desaparición:
Carlos González Trujillo.
Patricio Román Herrera.
Francisco León Jamett.
Juan Valderrama Molina.
Pedro Vivian Guaita.
Adolfo Lapostol Sprovera.
Sergio Sánchez Parra.

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